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domingo, 12 de marzo de 2017




El tren

Estamos atrapados en un tren
y no se sabe cuál será la última parada,
ni por cuantos sitios pasaremos, caminaremos y continuaremos,
cuántos amaneceres veremos, a cuántas personas ayudaremos,
¿Seremos agentes de restauración?
¿Seremos personas dignas de nuestro Dios?
¿Quién estará hasta final en ese viaje?
¿Quién nos ayudará en los momentos difíciles?
¿Quién me dará la ultima sonrisa cuando la necesite?


Dámaris Llaudis
Deseo

El amor germina en los sueños,
desvelando el perfume de la rosa.
Usurpando el primer placer su melodía,
abriendo el silencio de la prisión desnuda,
ahogando en un cielo de senos,
que destilan perfume de nardo puro guardado en un vaso de alabastro.

El cuerpo se enamora, erguido en deseo, meciendo en leve somnolencia.
Pero nadie suspira un llanto, su cálida presencia envuelve al cuerpo
que disipa sus miedos y sus lágrimas.
La sombra disimulada descubre el velo que los tapa.
No se sabe si dejar entre renglones,
el amor adormecido.

Dámaris Llaudis

Mitos y mentiras

Hoy me imagina tus labios con los míos,
Tu boca en mi boca,
Saboreando el momento, mordiendo lentamente,
dejando los labios húmedos expuestos a los tuyos.

Como serían tus besos, tus caricias,
Como serían tus manos, entre las mías.
Como sería el galán con traje de chaqueta
Cierro los ojos para verte e imaginar alguien que no existe.

Dámaris Llaudis



#historiasdeamor

En buenas manos
La primavera de mayo de 1993 estaba paseando en barca por la hacienda de Ché Guevara. El paisaje era bucólico, grandes árboles rodeaban el estanque. Al pasar por uno de ellos, vi caer algo del árbol. Era un pequeño pajarillo que caía de su nido y fue a parar a mis manos.
Me quedé perpleja y mis compañeros todavía más. Ellos me decían: ¿Pero cómo puede ser que te caiga el pájaro del cielo? Eso sólo te pasa a ti. Miré al pajarito. Abría muy lentamente sus ojitos y se quedaron mirando los míos, mientras yo le susurré: “No te preocupes, pajarito, que has caído en buenas manos”. Acaricié sus plumas, eran finas como la seda y de color gris de varias tonalidades. Lo acurruqué en mi pecho y se quedó dormido.
Desde ese preciso instante sentí que me necesitaba, dependía de mí y no fui capaz de dejarlo allí. Durante el resto del viaje por Cuba, mi pajarito me seguía, descubrí que no era un pájaro normal, era muy inteligente, podía reproducir o imitar cualquier sonido, no era un pájaro cualquiera, era obediente. Se quedaba donde lo dejaba hasta que volvía a él.
Durante los días siguientes fuimos inseparables. Me acompañó a todas las excursiones, se posaba en mi hombro y yo podía caminar tranquilamente. Con mucha paciencia le iba dando de comer con una jeringa y con cantidades pequeñas de comida que yo previamente masticaba, en unos días estuvo plenamente espabilado. Le estaban saliendo nuevas plumas, sus ojos eran avispados y sus movimientos eran más rápidos.
Habíamos adquirido conocimientos mutuamente. Empecé a diferenciar sus sonidos y a saber qué es lo que quería a la vez que él también empezaba a conocerme cada vez más. Eran pequeñas señales que sólo los dos conocíamos.
Durante los viajes, él se sentía muy feliz y aunque lo compartía con mis compañeros, siempre regresaba a mí. Se hacía querer y no daba ningún problema ni en el autocar ni durante el día. Yo no creía que pudiera existir un ser vivo tan especial.
Le puse de nombre Lucero y a él parecía gustarle cómo le llamaba porque respondía. La conexión empezó a ser cada vez más intensa, un sentimiento de ser algo mío, se apodero de mí. No sé si era amor, amistad o cariño, pero algo se movía en mi interior, algo se había instalado en mi pensamiento y no estaba dispuesta a dejarlo ir fácilmente.
Se aproximaba el día que tenía que dejar Cuba y pensé que tenía que enseñarle a volar. Empecé a soltarlo a distancias cortas. Sus alas ya se extendían en su totalidad y conseguía nuevos retos. Yo estaba muy orgullosa de sus avances.
Comenté a mis amigos que quería salir del país con mi Lucero y buscaba estrategias del modo de conseguir pasar la aduana y poderlo subir en el avión sin que nadie se diera cuenta.
Al preguntar está opción me dijeron que no se podían trasladar pájaros, y además el ave era de una especie muy buscada y difícil de encontrar.
Había pocas opciones para poder subir a mi amigo conmigo, todo eran impedimentos.
La primera opción era dormirlo y llevarlo conmigo en mi pecho. Se trataba de una buena opción, pero cabía la posibilidad de que muriera. Recordé entonces que tenía Diacepan para darle, pero si me pasaba de la dosis podría matarlo y me sería imposible vivir con esa carga, y si me pillaban sacando una especie protegida de su país no creo que les hiciera gracia.
La otra opción era darlo en adopción, aunque mi amor desinteresado y puro era cada vez más fuerte hacia Lucero, dejaría de verlo y de saber cosas de él, pero prefería que él fuera feliz con otra pajarilla que ahogarlo contra mi pecho.
Llegó el día de la partida y creo que él presintió algo, porque no dejo de acurrucarse durante todo ese día, hasta me cantó una canción hermosa que aún llevo en el corazón.
Durante la estancia en Cuba me hice amiga de una chica hermosa y dulce llamada Luna, y fue a ella a quien le dejé Lucero. Tengo la certeza de que lo dejé en buenas manos, manos tiernas y cariñosas.
Antes de marchar y separarme de él quería un beso para sellar nuestro amor. No fue necesario decirlo. Él se arrimó con su pico y rozo mis labios. Yo le dije al oído que cuando pudiera volar que viniera a verme, que siempre tendría un lugar para él. Él movió la cabeza y soltó algo parecido a un sonido de agradecimiento y lealtad.
Le sonreí, lo cogí con mis manos y lo apoyé en mi pecho. Entonces le di un abrazo que me pareció eterno y le dije adiós.
Él se quedó mirándome y emitiendo aquel extraño sonido una y otra vez.
Dámaris Llaudis

jueves, 9 de marzo de 2017











Melifluo

Oigo cada uno de tus suspiros,
los siento muy de cerca,
como si de un susurro se tratara,
pero te veo muy a lo lejos como una niebla espesa,
que se desdibuja en el paisaje,
que se cubre de un manto blanco y denso,
que me alcanza e invade mi mente.
Tu imagen grabada en un cristal,
que al soplar forma una burbuja,
que explota en el aire dejando los trozos
tan finos como el papel.
Ese papel que algún día estuvo escrito de palabras.


Dama.






Sonámbulo

El miedo, que te pone a prueba delante del mundo,
te hace detener el tiempo.
Desenterrando tesoros perdidos,
encontré un campo de amapolas, en el jardín de mi presente,
caminando por la autopista a ningún lugar.

Una noche que nuestra estrella iluminaba todo el universo,
encendiste una llama con tus besos,
mis ojos cansados me cegaron,
y aprendí  a respirar con el aire que me dabas.  

Pero el tiempo se nos fue y no había palabras y todo eran excusas
volaron las mariposas lejos, luchando contra el viento
quise parar las horas del reloj para soñar más libre
pero mis parpados abrieron mis ojos.


Dámaris Llaudis

                                
Amnesia

Soledad de arena que se escapa entre tus dedos,
remuéveme ardiente resplandor.
Busca por el aire el deseo, abanico de humo, mi ángel lo abre,
ábrete sin miedo a mí, abriendo tus desnudas distancias,
cubriendo tu cuerpo con mi cuerpo.

El hilo invisible que nos une,
enrollado alrededor de mi cintura,
deja escapar palabras, Susurrando en mi interior,
me descubro cada día, y vuelvo a descubrirme a la mañana siguiente
la amnesia de la que no quiero salir, demora su aurora
el tiempo y el amor son enemigos.



Dámaris Llaudis